miércoles, 21 de octubre de 2009

Un viaje especial


Una noche, cuando manejaba el taxi con el que trabajo, respondí a una llamada de unos pequeños edificios en una tranquila parte de la ciudad, el edificio estaba oscuro excepto por una luz en la ventana del primer piso. Bajo esas circunstancias, muchos conductores sólo hacen sonar su claxon una o dos veces, esperan un minuto, y después se van. Aunque la situación se veía peligrosa, fui hacia la puerta y toqué. "Un minuto", respondió una voz frágil.
Pude escuchar que algo era arrastrado a través del piso y después de una larga pausa, la puerta se abrió. Una pequeña mujer de unos ochenta años se paró enfrente de mi. A su lado una pequeña valija. El departamento se veía como si nadie hubiera vivido ahí durante muchos años. Todos los muebles estaban cubiertos con sábanas, no había relojes en las paredes, ninguna baratija o utensilio.
Cuando llegamos al taxi me dio una dirección, entonces preguntó: - ¿Podría manejar a través del centro?- Ese no es el camino corto, le respondí rápidamente. - Oh, no importa, dijo ella. No tengo prisa, estoy camino del asilo. La miré por el espejo retrovisor, sus ojos estaban llorosos.- No tengo familia - ella continuó, el doctor dice que no me queda mucho tiempo…Tranquilamente alcancé y apagué el reloj. - ¿Qué ruta le gustaría que tomara? le pregunté. Por las siguientes dos horas manejé a través de la ciudad. Ella me enseñó el edificio donde había trabajado como operadora de elevadores. Manejé hacia el vecindario donde ella y su esposo habían vivido cuando eran recién casados. Me pidió que nos detuviéramos enfrente de un almacén de muebles donde una vez hubo un salón de baile, al que ella iba a bailar cuando era niña. Algunas veces me pedía que pasara lentamente enfrente de un edificio en particular o una esquina y veía en la oscuridad, y no decía nada…
Con el primer rayo de sol apareciéndose en el horizonte, ella repentinamente dijo: - Estoy cansada, vámonos ahora.Manejé en silencio hacia la dirección que me había dado. Dos asistentes vinieron hacia el taxi tan pronto como pudieron. Eran muy amables, vigilando cada uno de sus movimientos. Debían haber estado esperándola. Abrí la cajuela y dejé la pequeña maleta en la puerta. La mujer estaba lista para sentarse en una silla de ruedas. - ¿Cuánto le debo?, Preguntó, buscando en su bolsa. - Nada, le dije. - Tienes que vivir de algo, respondió. - Habrá otros pasajeros, respondí. Casi sin pensarlo, me agaché y la abracé. Ella me sostuvo con fuerza, y dijo: -Necesito un abrazo!! Apreté su mano, entonces caminé hacia la luz de la mañana.
Atrás de mí una puerta se cerró, fue el sonido de una vida concluida. No recogí a ningún pasajero en ese turno, manejé sin rumbo por el resto del día. No podía hablar. . .

Estamos condicionados a pensar que nuestras vidas están llenas de grandes momentos, pero los grandes momentos son los que nos atrapan bellamente desprevenidos, en los que otras personas pensarán que sólo son pequeños momentos.La gente tal vez no recuerde exactamente lo que tú hiciste o lo que tú dijiste...
pero siempre recordarán cómo los hiciste sentir...

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